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miércoles, 9 de enero de 2013

La falange griega


Hoy voy a  hablaros sobre la mejor formación militar o una de las mejores de la época clásica "La Falange". Dicha posición consistía en colocar muy juntos  a los soldados en similitud a la unión entre los dedos. La falange estaba formada por entre 8 y 16 hoplitas en profundidad, cada uno de estos soldados portaban un yelmo característico un lanza de 2 m , un gran escudo, placas de cobre que cubrían la tibia y una coraza de bronce llamada hoplón.
El primero en acuñar el término falange (phálanx) fue el filósofo griego Jenofonte que se refería a un grupo de soldados formados en línea y que se concentraban en el centro de la batalla.

 La falange está formada exclusivamente por ciudadanos de las polis griegas que combaten para defender su ciudad y su estatus social. Ser hoplita era además un honor, ya que implicaba un estatus social importante en la polis y suponía un cierto gasto para el ciudadano, que debía costear su equipo. Sólo los muy ricos podían permitirse un equipo defensivo completo de hierro, y posiblemente los de las últimas filas eran aquellos que no podían costearse equipos completos de calidad. La falange terminó perdiendo este sentido social al surgir la necesidad de contar con mas efectivos pues las guerra cada vez se hacían más largas y se contrataban mercenarios fue este el momento en el que surgieron los peltastas una especie de infantería ligera con hondas o arcos y su función era hostigar al enemigo a distancia.

El sistema de la falange hoplítica quedo totalmente obsoleto durante la Guerra de Leúctra donde Tebas comandada por Epaminondas logró el éxito gracias a su gran innovación táctica, que consistía en disponer el grueso de la falange, formado por hoplitas, en un ángulo oblicuo de derecha a izquierda del campo, y concentrar en la izquierda un cuadro de hoplitas de medio centenar de hombres de profundidad que rompía la línea de la falange enemiga, mucho menos profunda. Gracias a la formación en ángulo, la falange tebana desbordaba al contrario por ese punto y lo envolvía. Este modelo fue denominado «martillo».

También destaco la variante  creada por Filipo II donde dividió la falange en líneas de 16 efectivos de anchos y 16 efectivos de largo ,es decir,  estaba cada unidad compuesta por 256 hoplitas macedónicos.
El soldado  pasó así a portar una lanza de 6 m de largo, la sarissa que tenía que manejar con ambas manos, y a aligerar el peso del escudo, que debía ir colgado del cuello. De las primeras filas salía así un bosque de lanzas que ensartaba cualquier cosa que se acercara, desde infantería hasta elefantes.
Esta división permitía mayor flexibilidad en combate y fue la que posibilitó a su hijo Alejandro conquistar desde la península de Anatolia hasta el norte de la India, cobrando muchísima importancia la caballería y la infantería ligera en los movimientos envolventes, aunque la falange seguía constituyendo el grueso del ejército.

El final de la falange como táctica militar fue la legión romana que tenía mayor flexiblidad que la falange y esto se puede ejemplificar con  las falanges de mercenarios que marchaban bajo las ordenes de Cartago y las legiones romanas que terminaron aplastando a la falange. También es destacable la Guerra de Pidno donde quedó demostrada la superioridad legionaria frente a los anticuados hoplítas



Ahora podemos ver un video donde se expone la coordinación de las legiones romanas y su inquebrantable orden y disciplina.







El gran Aníbal





Hoy quiero exponer la biografia que según mi criterio es el mejor comandante de todos los tiempos: Aníbal
Hijo de Amílcar Barca, quien, según la leyenda, le hizo jurar odio eterno a los romanos ante los dioses. Tras la muerte de su padre (229 a.C.) y el asesinato de su cuñado Asdrúbal (221 a.C.), Aníbal asumió la jefatura del ejército cartaginés, que ya entonces controlaba el sur de Hispania. Desde su base de Cartago Nova (la actual Cartagena), realizó varias expediciones hacia el altiplano central y sometió a diversas tribus iberas.
En el 219 a.C. destruyó Sagunto, ciudad aliada de Roma, y traspuso el Ebro, río en que, siete años antes, cartagineses y romanos habían fijado el límite de sus respectivas influencias en territorio peninsular; esta acción significó el inicio de la Segunda Guerra Púnica (219-202 a.C.).
En la primavera del 218 a.C., Aníbal concedió a su hermano Asdrúbal el mando de las tropas en Hispania y partió hacia Italia con un ejército de 60.000 hombres y 38 elefantes. Después de atravesar los Pirineos, y los Alpes, llegó a la llanura del Po, donde derrotó a los romanos sucesivamente en Tesino y en Trebia, a pesar de las numerosas bajas que había sufrido en el curso de la marcha.
Al año siguiente, una nueva victoria, esta vez junto al lago Trasimeno, le dio el control sobre la Italia central. Aplastado el ejército romano de Flaminio, Roma quedó a merced del cartaginés, pero éste no se atrevió a asaltar las sólidas murallas de la ciudad y prefirió dominar la Italia meridional. En agosto del 216 a.C., venció en Cannas a las tropas de Lucio Emilio Paulo y Marco Terencio Varrón, cuyos efectivos duplicaban a los suyos.
No obstante, lejos de sus bases de avituallamiento, sin posibilidad de recibir refuerzos, ya que su hermano Asdrúbal había sido derrotado y muerto por Claudio Nerón en la batalla de Metauro cuando se dirigía a socorrerle (207 a.C.), y habiendo fracasado en el intento de atraer a su causa a los pueblos itálicos sometidos por Roma, el ejército de Aníbal quedó aislado e inmovilizado en la Italia meridional durante varios años, situación que aprovecharon los romanos para contraatacar.
Tras expulsar a los cartagineses de la península Ibérica, el general romano Publio Cornelio Escipión, llamado el Africano, desembarcó cerca de Cartago (203 a.C.), hecho que obligó a Aníbal a regresar a África, donde fue vencido en la batalla de Zama, en el 202 a.C. A consecuencia de esta derrota, Cartago se vio obligada a firmar una paz humillante, que puso fin al sueño cartaginés de crear un gran imperio en el Mediterráneo occidental.
Con todo, Aníbal, elegido sufeta para los años 197 y 196 a.C., intentó reconstruir el poderío militar cartaginés, pero, perseguido por los romanos, hubo de huir y refugiarse en la corte de Antíoco III de Siria, a quien indujo a enfrentarse con Roma, mientras él negociaba una alianza con Filipo V de Macedonia. A raíz de las victorias romanas sobre los sirios en las Termópilas (191 a.C.) y en Magnesia (189 a.C.), Aníbal huyó a Bitinia, donde decidió quitarse la vida el año 183 a.C., para evitar que el rey Prusias lo entregase a Roma y ante la imposibilidad de encontrar un refugio en que pudiera sentirse seguro.